Con Mucho Gusto 2015-2016

No queríamos acabar este mes de julio sin cerrar el programa de lecturas que, Con Mucho Gusto, leeremos durante el próximo curso 2015-2016, en la 4ª edición de este club que se reúne mensualmente en la Biblioteca Reina Sofía de la Universidad de Valladolid.

Como sabéis, cada uno de los títulos ha sido propuesto por un invitado/a especial, que no se conocerá hasta el día programado. Los títulos son variados, en género, época y temática.

Nuestros objetivos principales con este club son dos:

  • 1. Promocionar la lectura recreativa entre los miembros de la universidad
  • 2. Fomentar la interrelación entre los tres grupos personales
    universitarios (PDI, PAS y alumnos) por un lado, y a su vez, las personas de
    los distintos centros (escuelas, facultades, servicios…). Por eso el grupo está formado por 7 PDI, 7 PAS y 7 alumnos.
  • Si quieres participar, este curso tenemos plazas vacantes en el grupo de PDI y de alumnos. Puedes mandarnos un correo a:

    conmuchogustoleemos@gmail.com

                                 

                              Lecturas

    23 septiembre: Marina Perezagua, Leche

    21 octubre: Josefina Aldecoa, Historia de una maestra

    18 noviembre: Luis Torrecilla, Punto de mira

    16 diciembre: Ana María Matute, Primera memoria

    13 enero: Mauricio Herrero, La presencia inasible de la luz

    17 febrero: Milena Busquets, También esto pasará

    23 marzo: Nerea Riesco, Las puertas del paraíso

    22 abril: Fernando Fonseca, Apabullante silencio extranjero

    18 mayo: Graeme Simsion, El proyecto esposa

    15 junio: Leonardo Siascia, Todo modo

    El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia. Patricio Pron


    Miércoles 27 de mayo de 2015

    Ayer
    tuvo lugar el último encuentro de esta tercera edición del Club de Lectura “Con
    mucho gusto”, con sede en la Biblioteca Reina Sofía, y el libro elegido fue El espíritu de mis padres sigue subiendo en
    la lluvia
    , de Patricio Pron (Mondadori, 2011).  

    El espíritu de mis padres sigue subiendo en
    la lluvia  

    El encargado de elegir y presentar
    esta novela fue José Ramón González García, profesor de Literatura española
    contemporánea y Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Valladolid, y
    actualmente Vicerrector de Extensión Universitaria y Relaciones Internacionales
    de la misma institución. A pesar de esta última circunstancia, o además de
    ella, Ramón nos visitó como profundo conocedor de las nuevas tendencias de la
    narrativa en castellano, tanto aquí como en Hispanoamérica, y así quedó
    demostrado en su visita de ayer. El texto elegido fue El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, del
    argentino Patricio Pron. Se trata de un texto y de un autor prácticamente
    desconocido para la mayoría de nosotros, lo cual favorece una de las funciones
    de un club de lectura, que además de leer, tiene que procurar dar a conocer
    nuevas propuestas literarias.

    Ramón comenzó su intervención señalando
    que esta novela de Patricio Pron es un texto extraño tanto por su contenido
    como por su estructura. Hay que tener en cuenta que Pron es un joven escritor,
    que aunque nacido en Argentina, ha vivido en Alemania y actualmente lo hace en
    España. Su novela, como acertadamente fue desgranando nuestro invitado, parte
    de una realidad para convertirse en una ficción, con la peculiaridad de que esa
    realidad es autobiográfica, y esa ficción es a veces resbaladiza. La novela aborda
    de forma original la recuperación de la memoria histórica, en este caso en
    Argentina, pero a través del testimonio. El narrador-protagonista, después de
    vivir unos años en Alemania, vuelve a su Argentina natal porque su padre está
    enfermo en un hospital. Poco a poco va descubriendo, a través de los papeles de
    su padre, una historia para él desconocida en la que a partir del asesinato de
    un personaje sin demasiada entidad, Alberto Burdisso, que su padre había
    investigado, retrocede hasta su hermana, Alicia Burdisso, desaparecida durante
    la dictadura argentina. Poco a poco va descubriendo la historia más oscura de
    la dictadura, pero sobre todo, va conociendo a su padre y a sí mismo. Es un
    texto de introspección y búsqueda.

    La novela está dividida en tres
    partes que se corresponden con los tres momentos fundamentales que llevan al
    protagonista al descubrimiento de su propia entidad: una primera parte de
    introducción cuando vuelve de Alemania, donde ha llevado una vida errática en
    la que no han faltado el consumo de pastillas ni tampoco cierta apatía que le
    ha conducido a una falta de compromiso con todos y con todo; una segunda parte
    en la que empieza a indagar en el asunto de Alberto Burdisso a raíz de la
    documentación encontrada entre los papeles de su padre, y una tercera en la que
    la desaparición de Alicia Burdisso le conduce a preguntarse acerca de quién fue
    su padre y qué papel tuvo en su fasmilia la dictadura argentina. Son tres
    momentos muy precisos en la novela, tres secciones que se conectan entre sí y
    que contribuyen a dar un sentido general a la novela.

    Con todo, y como señaló Ramón, el
    texto de Pron es extraño, primero porque no tiene el desarrollo de una novela
    policial, como se podría esperar cuando comienza a descubrir la documentación
    en torno al asesinato de Burdisso; en segundo lugar, porque no enjuicia lo que
    va narrando, sino que de modo neutro en la forma del relato, intenta implicar
    al lector en la valoración de cuánto va descubriendo de su país, de su familia
    y de sí mismo. Porque no es, efectivamente, un relato de investigación
    criminal, aunque se reproduzcan con detenimiento los documentos en torno al crimen
    de Alberto Burdisso, ni tampoco es una novela histórica, aunque la sombra de
    los padres y de la historia reciente de su familia y de Argentina presida la
    obra. Sin duda, El espíritu de mis padres
    sigue subiendo en la lluvia
    es uno de esos textos difíciles de encasillar,
    a caballo entre la autobiografía y la ficción, donde lo real y lo literario se
    mezclan en un conjunto muy bien estructurado. Se trata de una obra inserta en
    la llamada posmemoria, que recupera la memoria histórica a través del
    testimonio por parte de quienes no lo vivieron directamente sino a través de la
    memoria de otros. En este sentido, la obra de Pron conecta con otras anteriores
    que anticipan esta misma entrada en la memoria heredada, como Soldados de Salamina, de Javier Cercas
    (2001) o más recientemente El material
    humano
    del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa (2009).

    Presentada la novela por Ramón con
    erudición y buen hacer, los participantes comentaron la extrañeza que esta
    lectura les produjo, por lo menos al comienzo de la misma. Es indudable que es
    un texto en el que cuesta adentrarse, que necesita ser completado para entender
    todo su sentido, ya que el lector no sabe, al inicio, qué tipo de novela está
    leyendo. Y aun con todo, el sentir general, salvo alguna excepción, fue de
    satisfacción por acercarse a un libro distinto, original en su forma y en su
    contenido, y sobre todo, desconocido. En las conclusiones pudimos advertir que El espíritu de mis padres sigue subiendo en
    la lluvia
    es una novela profunda, que trata un tema fundamental como es el
    descubrimiento de uno mismo a través de los agujeros que el tiempo, el
    desconocimiento y la memoria dejan en cada uno de nosotros, realizado en un
    tono pausado, tranquilo, cercano a la autobiografía y navegando en las difusas
    fronteras que separan lo real de lo ficcional. Por otro lado, la variedad
    formal enriquece el texto, porque debido a la propia temática, el autor
    intercala diferentes discursos que van de lo policial a lo periodístico e
    incluso lo onírico.

    Para concluir quiero señalar, como
    tantas veces he hecho, que esta novela difícilmente puede ser resumida en toda
    su complejidad en unos párrafos, y que necesita de una lectura pausada y
    atenta. No se trata tanto de analizarla como de experimentarla, aunque gracias
    a la introducción de quien la eligió y presentó, a todos se nos hizo más clara
    esta última tarea.

    Gracias a Ramón, por su generosa aportación,
    y a todos los participantes ahora que concluimos esta tercera edición del Club
    de Lectura “Con mucho gusto”, porque sin vosotros todos estos libros quedarían
    en el estante de las fotos: vosotros los hacéis vivos y con ello, reivindicáis
    el placer de la lectura “con mucho gusto”.

    La Cena. Herman Koch

    image

    Jueves 12 de marzo de 2015

    En la tarde de ayer tuvo lugar un nuevo encuentro de los miembros del Club de Lectura “Con mucho gusto”, con sede en la Biblioteca Reina Sofía, en el que el libro a
    comentar fue La cena, de Herman
    Koch.  

    La cena

    En esta ocasión,
    la novela fue elegida por un estudiante de 5º de Medicina, Diego Morante, y
    quiero resaltar esta circunstancia porque es la primera vez en el tiempo de
    andadura de nuestro club de lectura –y ya estamos en su tercera edición-, que
    un estudiante participa como invitado. Y por ello, por ser Diego muy joven, es
    significativo el que la obra propuesta sea tan provocadora desde muchos puntos
    de vista y tan madura, e induzca a una reflexión profunda acerca de cuestiones
    fundamentales del hombre actual. Diego, por su parte, señaló que la había leído
    anteriormente, que su visión de la misma ha ido cambiando a lo largo de los
    años, pero insistió en que su lectura le perturba ahora como entonces.

    La cena se publicó en 2009; su
    autor es el holandés Herman Koch, más conocido en su país como personaje
    televisivo y periodista. Con esta obra (en español, ed. Salamandra, 2010),
    alcanzó reconocimiento como escritor no sólo en su país, sino en todo el mundo,
    al presentar un texto que difícilmente deja indiferente a nadie. En La cena, dos parejas -en las que ellos
    son hermanos-, se citan para cenar en un lujoso restaurante con el propósito de
    resolver un problema relacionado con sus hijos, uno de cada pareja, de 15 años.
    Sin embargo, no es este simple argumento lo que el lector encuentra cuando lee
    esta obra, sino mucho más desde el punto de vista semántico y formal.

    La
    novela está narrada en primera persona por Paul Lohman, profesor forzosamente
    en paro, casado con Claire y padre Michel; enfrente su hermano, el político y
    candidato a primer ministro de Holanda Serge Lohman, su mujer Babette y su hijo
    Rick. A través de Paul el lector irá conociendo el pasado y el presente de todos
    ellos, y sobre todo, irá descubriendo el motivo de la cena que los ha reunido.
    Y por esta razón, porque el núcleo es dicha cena, la novela está estructurada muy
    acertadamente siguiendo los apartados de los que consta una cena que tiene
    lugar en un restaurante: aperitivos, entrantes, segundo, postres, digestivo y
    propina, que se encuadran perfectamente con la parte de la historia que se
    relata en cada uno de esos momentos.

    La trama
    fundamental de La cena se descubre
    hacia la mitad de sus páginas, cuando el narrador Paul va relatando cómo su hijo
    Michel junto con su primo, en una noche de salida, se dirigieron a un cajero
    para sacar dinero; allí encontraron durmiendo a una mujer indigente. Ante la
    negativa de la mujer a abandonar el cajero, los dos jóvenes le lanzaron
    diversos objetos y finalmente le prendieron fuego. A partir de este momento, el
    lector se halla ante un conflicto ético y moral, porque las dos parejas se han
    reunido a cenar para decidir si descubren o no a sus hijos ante las
    autoridades, al no haber sido identificados por las cámaras de seguridad. Son,
    pues, sus progenitores los que tienen que decidir qué hacer ante este crimen
    perpetrado por sus hijos.

    A partir
    de este planteamiento, los participantes del club se mostraron especialmente
    implicados en el comentario de la trama, puesto que bordeando la anécdota del
    crimen cometido por los dos adolescentes, la prosa de Koch derrama aquí y allá
    infinidad de planteamientos de orden social, moral, histórico, etc, que no
    pasan indiferentes a ningún lector sensible. Llamó especialmente la atención el
    hecho de que el narrador, que en primera persona nos cuenta el conflicto y la
    cena, es un personaje que va cambiando a medida que trascurre la historia; si
    al principio logra la empatía del lector, pronto se descubre como una persona inestable,
    de hecho afirma que tiene una enfermedad mental, que persiguiendo la aprobación
    de su mujer Claire, y fracasado ante el triunfo de su hermano, inculca en su
    hijo todos los efectos negativos de su existencia, sin principios cívicos ni
    morales y sobre todo, se muestra incapaz de trazar para su hijo una línea
    divisoria entre el bien y el mal. Junto a él la mujer poderosa, manipuladora y
    destructiva, Claire, mostrada por el narrador con enorme aprobación, al tiempo
    que el lector va descubriendo su verdadera personalidad. Sin embargo, lo que
    provocó más debate fue el hecho de que el hermano triunfador, que además es
    político, con la carga negativa que ello puede suponer, sufre en las páginas de
    esta novela un giro contrario al de su hermano, quien al principio lo presenta
    con todos los defectos posibles, pero poco a poco se revela ante el lector con
    una moralidad más asentada, y un sentido de la justicia y del castigo mucho más
    éticos, pues siendo un personaje cuestionable, no posee la maldad de su hermano
    y su cuñada.

    Por otro
    lado, la justificación de determinados comportamientos que aparecen en las
    páginas de la novela a través de la enfermedad del narrador protagonista y su
    traspaso genético en el hijo, fue ampliamente criticada por los lectores,
    puesto que es innecesario dicho elemento para el propósito de criticar una
    sociedad violenta, permisiva, decadente y sin principios.

    Con
    todo, esta es la lectura más evidente de la novela, pero en una revisión más
    profunda, hubo quien ayer señaló que en estas páginas tan ajustadamente
    escritas, hay toda una descripción de la Europa actual y de su decadencia, en
    múltiples detalles de comportamiento y actitud que el autor describe para cada
    personaje. Con ello, la obra de Koch es mucho más que el planteamiento de un
    dilema de los padres ante el comportamiento de sus hijos, y su análisis puede
    llevar a infinidad de cuestiones con las que el hombre vive y convive en este
    tiempo, llegando con ello a un número creciente de lectores, puesto que la obra
    es de una actualidad indudable.

    Muchas cuestiones
    más nos sugirió la novela a comentar, y otras que sin duda llevan a una reflexión
    personal, con lo que se puede concluir esta reseña afirmando que cuando la
    literatura ha sido desplazada por el cine y la televisión en su finalidad
    lúdica, debe entonces hacer un esfuerzo por incomodar y mover al lector… y
    ésta, sin duda, lo hace.

    Gracias
    a Diego  porque con su sugerencia
    literaria, ayer nos “movió” un poco a todos.

    image

    �DCU l

    Las batallas en el desierto. José Emilio Pacheco

    Jueves 18 de diciembre de 2014

    En la tarde de ayer nos volvimos a reunir los participantes del Club de lectura Con mucho gusto, de la Universidad de Valladolid, con sede en la Biblioteca Reina Sofía, para comentar Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. La invitada que eligió y presentó este libro fue Carmen Morán, profesora de Literatura española de la Universidad de Valladolid, quien amablemente no sólo participó en el Club, sino que es la autora del texto que sigue.

     Las batallas en el desierto

    Las batallas en el desierto (1981), de José Emilio Pacheco, es un libro breve: apenas 60 páginas en la edición de Montesinos, y la cifra varía poco en otras ediciones. Es, también una historia sencilla, sin grandes pretensiones de originalidad: lo que cuenta –cómo un niño se enamora de la mamá de su mejor amigo— lo hemos leído u oído ya incontables veces. Sin embargo, constituye un fresco extraordinariamente intenso de una sociedad y una generación, y una reflexión a la vez conmovedora y terrible sobre la nostalgia y el efecto del paso del tiempo sobre los ideales.

    Las palabras con las que se abre la evocación del narrador –un Carlos adulto sobre el que no sabemos apenas nada, como si en su vida lo único que hubiese tenido algún valor hubiese sido aquel lejano episodio infantil— aniquilan toda confianza en la memoria como fuente de un conocimiento digno de crédito: “Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquel?”. El año en cuestión, 1948, no se menciona en la novela; únicamente dos datos aludidos casi de pasada nos permiten deducirlo: la creación del Estado de Israel y el incendio de la ferretería La Sirena. Esta extraña combinación de acontecimientos (lo global, perdurable y recordado por todos, de una parte; lo local, inmediato y recordado solo por unos cuantos, de otra), da exacta idea de lo que es Las batallas en el desierto: la memoria de una historia absolutamente particular, íntima y anecdótica (el amor de Carlitos por Mariana), en el marco de una historia colectiva, la de México en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. El amor por Mariana es, en ese sentido, la metáfora de la esperanza de un México moderno y mejor, y a ambos les aguarda el mismo destino amargo: a Carlitos pretenden “curarle” de su amor con psiquiatras y curas, Mariana quizá muere, y el progreso prometido resulta ser una decepcionante pérdida de la identidad en favor de toda novedad llegada de los Estados Unidos. Y lo que es más grave aún: incluso el recuerdo de lo que fue (Mariana, Jim, el México de entonces) queda borrado, porque la memoria no basta para mantener el pasado con vida. El recuerdo es una mitificación, una idealización que obra por su cuenta, y cuando construimos nuestro presente sobre un episodio que tal vez solo sucedió en nuestra mente (Mariana, el México próspero que un día se llegó a vislumbrar), ese presente se levanta sobre unos cimientos que se desvanecen.

    Pese a que los recuerdos son los de un niño mexicano de finales de los años 40, podrían ser los de un niño español de poco después (el desarrollismo se hizo esperar algo más en España): la madre ansiosa de electrodomésticos que alivien su trabajo en el hogar, los primeros productos en serie, el cine como escuela que compensa los efectos de una religión morbosa que, so pretexto de combatir los malos pensamientos, los induce (Carlitos sale del confesionario con el firme propósito de hacer todo lo que el cura le ha preguntado y él hasta ese momento ignoraba). 

    Como ocurre también en muchas otras novelas que recrean la misma franja temporal, en la literatura europea, española y norteamericana, la generación que madura al término de la Segunda Guerra Mundial se caracteriza por la radical incomunicación con la generación precedente: Carlos representa la primera promoción de mexicanos que no libra ninguna guerra, y que vive en paz (una paz comprada al precio de la corrupción, como palmariamente se ve en el libro). Otro tanto podría decir en España la Andrea de Nada. Un abismo separa a estos protagonistas y narradores de sus progenitores, que son siempre vencedores o vencidos pero que necesitan de una guerra para dar sentido a sus existencias. Por eso las batallas en el desierto –las guerras de judíos y árabes reales, o las de los niños en el patio del colegio— no son alarmantes, pero sí lo es que Carlos se enamore de Mariana, pues la violencia forma parte de la vida cotidiana de los adultos, pero el amor –el más inocente: el de un niño cuya idea del deseo es aún difusa— es un auténtico acto de rebeldía.

    Carmen Morán

    Los santos inocentes. Miguel Delibes

    Jueves 27 de noviembre de 2014

    Ayer tuvo lugar un nuevo encuentro del Club de lectura Con mucho gusto, de la Universidad de Valladolid, con sede en la Biblioteca Reina Sofía, en el que el libro a comentar fue Los santos inocentes, de Miguel Delibes.

     Los santos inocentes

    Comentar un libro de Miguel Delibes no resulta fácil en un caso como el que nos ocupa y ello por varias razones, entre ellas, porque ya tuvimos ocasión de traer a nuestro club de lectura otro texto suyo (Mi vida al aire libre, en enero de este año); también por tratarse de un escritor vallisoletano y encontrarnos en su ciudad natal, y en tercer lugar, porque pudiera parecer que todo está ya dicho en torno al autor y su obra. Sin embargo, la invitada que eligió y comentó el texto fue Amparo Medina-Bocos, una de las mayores conocedoras de la obra de Delibes, como lectora, investigadora y maestra. Amparo ha sido catedrática de literatura española en el instituto Ramiro de Maetzu de Madrid, y profesora en la UNED. Su pasión y conocimiento de la obra de Delibes quedaron plasmados ayer en nuestro encuentro con ella, ya que nos brindó un estudio completo de la obra.

    Amparo comenzó justificando la elección de Los santos inocentes: primero por ser de Delibes, autor de la que ella es apasionada, segundo, por ser un autor de Valladolid, y en tercer lugar, porque considera que esta obra es la más redonda de la extensa producción del autor. Y para ello trajo un texto escrito, porque como el propio Delibes señaló, se trata de decir mucho con el menor número de palabras posible.

    En Los santos inocentes, obra que junto al relato “Los nogales” eran las que más le gustaban a su autor, se hallan varios de los elementos constantes en la narrativa de Delibes: la naturaleza, la muerte y el conflicto social. Y al igual que hiciera el autor con obras anteriores como en El camino o en Diario de un emigrante, abandona Castilla y sitúa los acontecimientos de la obra en el campo extremeño. De la mano y sabiduría de Amparo, tuvimos la oportunidad de conocer otros datos en torno a la gestación de esta novela no tan conocidos, como que el proceso de escritura fue muy dilatado en el tiempo, pues comienza en los años 60 y se termina en 1980. En ella se abordan las relaciones, casi feudales, entre los señores y los criados en los años 60 del pasado siglo en una finca del campo extremeño. Presenta una división en seis libros –como los denomina Delibes- en los que en los cuatro primeros se centran en la presentación de los personajes y los dos últimos son más narrativos y en ellos se desencadena la tragedia final.

    Para Amparo Medina-Bocos son dos las particularidades que sobresalen cuando se lee Los santos inocentes: que es la más dura del autor y que es la más poética. Por ello es necesario referirse al estilo de la novela, en gran medida experimental y ya anunciado en obras anteriores como El camino y Las ratas. Este estilo es depurado, alejado de ciertos excesos retóricos anteriores, y se acerca a la vanguardia literaria, como también lo hace en otras obras como Cinco horas con Mario. Así, hay caso omiso a las normas de puntuación otorgando al conjunto un carácter poético y oral. Especialmente significativa es en esta novela el uso magistral de la voz narradora, que se puede adivinar en dos esferas, una voz popular y una voz culta, como demostró Amparo al repartirnos unos folios con los textos que lo corroboran, así como la disposición casi en versículos convirtiendo el texto en un poema en prosa.

    En cuanto al título tiene dos posibles significados, ya que los inocentes” remite al texto bíblico de sobra conocido, pero también al apelativo con el que en Castilla se llamaba y se llama a las personas con alguna incapacidad. Y en este sentido parece usarlo Delibes en boca del personaje de Régula para referirse a Azarías y Charito, los dos “inocentes” de la obra.

    Por otro lado, es difícil referirse a Los santos inocentes sin mencionar la película homónima que el director Mario Camus realizó en 1983; se trata sin duda de una espléndida adaptación, la mejor de los textos del escritor vallisoletano, en la que uno de los mayores logros fue la elección de los actores, hasta el punto de que se puede afirmar que Camus “puso cara” a los personajes de la novela, y así han perdurado en la imaginación colectiva de todos nosotros.

    Los asistentes también pudieron expresar su admiración hacia la novela, no sólo desde el punto de vista del contenido, que fue largamente comentado, sino especialmente desde el punto de vista formal. En definitiva, fue una tarde con Delibes y con Amparo, en la que el primero nos brindó la magnífica materia prima para leer, la novela, y la segunda nos ofreció toda una exégesis para comprender más y mejor la grandeza de una literatura escrita en mayúsculas. Gracias.