Luces de bohemia. Ramón María del Valle Inclán

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Jueves, 14 de marzo de 2013

Ayer tarde nos volvimos a reunir los participantes del Club de Lectura “Con mucho gusto”, de la Universidad de Valladolid, para comentar Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán.

Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán

Existe unanimidad entre los críticos, estudiosos y lectores en general en afirmar que Luces de Bohemia es sin duda la obra de teatro más importante de la literatura española del siglo XX y una de las más influyentes de todos los tiempos. Escrita en una primera versión en 1920 y revisada y publicada en su formato definitivo en 1924, Luces de Bohemia se presenta entonces y ahora como un texto con cualidades excepcionales que tienen que ver por un lado con su forma, un lenguaje sorprendente que articula diálogos vivos de gran fuerza expresiva y diferentes en cuanto a su tono, pues los hay coloquiales, informativos, propios del habla madrileña; por otro lado, esa condición de obra indispensable se confirma por su extraordinaria actualidad.

Aunque sigue siendo lectura obligatoria en bachillerato, y por lo tanto es o debería ser suficientemente conocida, no vendrá mal recordar los puntos básicos en los que se sustenta. Luces de Bohemia es una obra dividida en quince escenas que narran el último día de un poeta bohemio y pobre, Max Estrella, junto a Don Latino de Hispalis, por las calles de un “Madrid absurdo, brillante y hambriento”, como señala el propio Valle-Inclán. Max -reflejo de Alejandro Sawa (1862-1909), poeta sevillano que vivió y murió en la bohemia y desgracia y que se había quedado ciego en 1906-, también es ciego, vive en la indigencia y su vida se convierte en la imagen que proyecta el héroe clásico reflejado en un espejo cóncavo, técnica del esperpento que Valle-Inclán crea y aplica a su personaje en esta obra.

De este modo, el esperpento se presenta como una técnica que deforma la realidad para definirla. Y así, Max aparece en un proceso de autodestrucción, pero a diferencia de lo que sucede en la tragedia clásica, en la obra de Valle lo humano alcanza su esencia y grandeza en la incoherencia, degradación y destrucción del héroe. Ni en el personaje ni en España cabe la admiración trágica porque resultan ambos elementos ridículos y esperpénticos. Y nada mejor para entenderlo que las propias palabras del autor en boca de sus personajes, cuando en la escena XII nos ofrece el cotejo del esperpento con la tragedia clásica, en un diálogo ya mítico:

MAX: ¡Don Latino de Hispalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!

DON LATINO: Una tragedia, Max.

MAX: La tragedia nuestra no es tragedia.

DON LATINO: ¡Pues algo será!

MAX: El Esperpento.

Y más tarde:

MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.

DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!

MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.

DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.

MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.

DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.

MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.

Por este camino Valle-Inclán ha mostrado la realidad española, absurda y contradictoria, a través de la técnica deformante del esperpento, que desgraciadamente, como se señaló ayer, aparece hoy de incómoda actualidad. Leamos de nuevo Luces de Bohemia para comprobarlo.

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Retrato de Valle Inclán sacado de la página web del Museo Valle-Inclán, en A Pobra do Caramiñal.