La presencia inasible de la luz. Mauricio Herrero

Jueves 18 de febrero de  2016

En la
tarde de ayer tuvo lugar un nuevo encuentro de El Club de Lectura “Con mucho
gusto”, con sede en la Biblioteca Reina Sofía, para comentar el libro de poemas
La presencia inasible de la luz, de
Mauricio Herrero Jiménez (Visor, 2011).  

La presencia inasible de la luz

           Cuando nos
pusimos en contacto con Mauricio Herrero para invitarle a participar en nuestro
club de lectura abrigamos la esperanza de que aceptara y de que el libro
elegido fuera el suyo, La presencia inasible
de la luz
, libro de poemas galardonado con el accésit del XXI Premio Gil de
Biedma de Poesía que otorga la Junta de Castilla y León. Y así fue, después de
pensarlo y debatirse entre su propio poemario y otro de Ángel Valente,
finalmente accedió, no sin pudor, a desvelarnos las claves de su poesía en una
tarde muy fría en Valladolid, que el poeta calentó con versos y confesiones.

Mauricio Herrero es muchas cosas; su
currículum profesional lo señala como profesor de Paleografía de la Universidad
de Valladolid y ayer también vimos al poeta, al hijo, al marido, al padre, al
amigo porque nos descubrió todas estas facetas. Su intervención estuvo cargada
de emoción y sentimiento, y lejos de centrarse en el volumen de poemas con el
que acudió a nuestra cita, nos hizo un recorrido íntimo y muy personal del
proceso de creación de toda su obra, puesto que aunque solo tenga publicada La presencia inasible de la luz, su trayectoria
como escritor abarca otras obras no publicadas, cuya escritura comprende de
2005 al 2013.

Para Mauricio la escritura es una
forma de estar solo, soledad anhelada y en ocasiones hiriente que abre al poeta
al interior como una forma de conocimiento individual. Esta soledad que
requiere la escritura poética implica un tránsito, un paso para la comprensión
de uno mismo que es imposible sin el silencio. De manera que el proceso
creativo para él es un ejercicio doloroso de introspección y gozoso por la propia
creación, que en su caso se produce en determinados momentos y circunstancias.
Su poesía es testimonio de la contemplación, pero también de la dolorosa
experiencia de la propia realidad, de años de profundísimo dolor –así se
expresó- por la enfermedad de su padre y posteriormente de su madre, sumidos en
una angustiosa desmemoria. Esta circunstancia de carácter biográfico familiar
provoca en Mauricio una escritura cargada de dolor pero que descansa en la
hermosura absoluta de unos versos donde la soledad, la orfandad, el abandono y
la desmemoria se convierten en objeto artístico.

Por parte de los que allí estuvimos
hubo silencio y respeto, en la plena seguridad de que estábamos asistiendo a
una sesión especial por lo que las palabras de Mauricio tenían de confesión sincera
y desnuda, que salpicó aquí y allá con la lectura de poemas propios y ajenos.
Por eso y porque por primera vez en el tiempo de andadura del club de lectura
leíamos poesía. Las intervenciones de alguno de los participantes se orientaron
hacia cómo leer poesía, qué interpretar ante el verso  sin referente. En este sentido, Mauricio ya
había advertido que el lector es también y siempre creador, pero más en la lírica
que en otros géneros literarios, porque derivado de la intimidad del creador,
puede llegar al lector por otras vías que tienen que ver con la forma de sentir
de cada uno, por ello el poeta crea pero el lector “recrea” en un proceso de
introspección de ambos. En cuanto a La
presencia inasible de la luz
que todos habíamos leído, el autor contó la
anécdota que provocó su escritura, por encima de la que hubo un intento de
mirar desde la parte que se ve desde la sombra, desde la ceguera, y hubo quién
señaló y leyó alguno de los poemas y lo que de ellos habían sentido como
lectores.

Hoy es complicado escribir estas
líneas porque soy consciente de la intimidad con la que Mauricio desnudó su
alma para hablarnos de la creación literaria, y eso es muy difícil, sino
imposible, de reproducir o resumir. Algo sí nos quedó grabado y es el poder
evocador y sugerente de la poesía, versos que incitan a esa soledad anhelada,
doliente y hermosa que ayer experimentamos con un gran poeta y excepcional
persona. Como siempre gracias, en este caso muy especiales, porque ayer
asistimos a una reunión poética adornada con inmensas dosis de generosidad.

También esto pasará. Milena Busquets

Jueves 14 de enero 2016

Nuevo
año y nuevo encuentro de El Club de Lectura “Con mucho gusto”, con sede en la
Biblioteca Reina Sofía, para comentar la novela: También esto pasará, de Milena Busquets (Anagrama, 2015).  

También esto pasará  

           Con la intención
de que nuestros invitados pertenezcan, entre otros, a ámbitos profesionales
relacionados con la literatura, hemos tenido el placer de inaugurar el año con
una librera, Soraya González, propietaria de El árbol de las letras, librería de referencia en Valladolid. Y
Soraya, con generosidad y buen hacer que desde aquí agradecemos, ha propuesto
esta novela de Milena Busquest, que ha conseguido calentar el debate literario.

           Es indudable
lo que perturban al lector aquellos textos que, bajo distintas fórmulas,
abordan temas esenciales para todo ser humano como son el amor, la muerte, la
maternidad…. Y También esto pasará
es un buen ejemplo de ello. La intrahistoria de esta breve novela es sencilla:
Milena Busquets escribe con motivo de la muerte de su madre, Esther Tusquets (editora,
escritora, mujer fuerte de la cultura), un intenso relato, en forma casi de
epístola, como búsqueda de sí misma y homenaje a su progenitora. Alabada por la
crítica y con triunfante éxito de ventas, esta obra esconde una profunda
reflexión acerca de muchas cuestiones que tienen que ver, en última instancia,
con la forma en la que cada uno vive el luto.

           La muerte de
la madre y el repaso a la propia vida configuran un relato que bajo una
apariencia sencilla, invita a la reflexión y al debate. La novela se sitúa
durante un verano (como tantos) en Cadaqués, a donde acuden la protagonista
Blanca, su familia y amigos con motivo del funeral de la madre. En los días
posteriores a la muerte, Blanca va desentrañando su propia vida y la de su
madre, en un intercambio de modos narrativos, en los que predominan la 1ª y la
2ª persona en interpelaciones directas a la madre, a la que se dirige
continuamente. De este modo, el lector va conociendo la vida de la protagonista
y de su entorno, pero sobre todo va descubriendo el desasosiego y desconcierto
en el que se halla. Y con todo, la prosa fluida, en ocasiones brillante, de
Milena Busquets, hacen de su relato un texto vitalista, optimista, en el que
las tinieblas de la pena se sobreponen gracias a un lenguaje sincero, repleto
de adjetivación, ligero y claro.

           Después de
una acertada presentación por parte de Soraya, en la que ha referido la
relación de este texto con la obra de Françoise Sagan, Buenos días tristeza, los participantes del club han ido aportando
distintas consideraciones principalmente en torno a Blanca, protagonista
absoluta de la novela. Se trata, sin duda, de una novela de personaje, muy
intimista, pero que provoca diferentes reacciones en los lectores, algunas de
ellas antagónicas. Se apuntaron datos del carácter del personaje, considerado por
algunos débil, sin compromiso en la vida con nada ni con nadie y frívola, fruto
de su condición burguesa; otros han visto en ella la búsqueda de la madre a
través de esta misiva personalísima, en la que Blanca elige qué cuenta y cómo.
Por otro lado, rodeada de familia, exmaridos y amigos, no se responsabiliza de
nada, priorizando de forma a veces explícita, los placeres engañosos del sexo o
el alcohol.

           Pero existe
otra lectura en la que es fundamental la atención a los detalles del lenguaje,
que ayudan a desvelar una mayor profundidad en el personaje y en su entorno y
que sitúa a esta novela como una nueva muestra de una narrativa que está en
proceso de cambio, derivada de la posmodernidad, en la que el discurso fluye y
que exige, en ocasiones, despojarse de algunos condicionantes en la lectura,
aceptando –independientemente del juicio final de la obra- las nuevas temáticas
y formas de la literatura. Y bajo este prisma algunos apuntaron hacia una
interpretación distinta tanto del texto en su conjunto como de la protagonista.
En esta visión no prevalece la ligereza, sino que ésta esconde la profundidad
de una vida en el momento en que vive un duelo; en este sentido la obra se
carga de sentido y adquiere mayor consistencia.

Finalmente, es obligada una mención
al Epílogo que cierra la obra, resumen magnífico del sentir humano en el que
con breves retazos se configura un “despertar” de la protagonista, al tiempo
que constituye una buena prueba de amor hacia su madre, quien contándole un
cuento chino le advirtió que “también esto pasará”.

En cualquier caso, También esto pasará movió a un
interesante debate, ¡qué buen comienzo de Año!

Primera memoria. Ana María Matute

16 de diciembre de 2015

He tenido el gran honor de poder presentar la cuarta sesión
del club de lectura «Con mucho gusto», que se reúne en la Biblioteca Reina
Sofía. Desde aquí, quiero agradecer a la profesora Susana Gil-Albarellos su
invitación, que acepté, como no podía ser de otra manera, con mucho gusto.

 Mi elección fue Primera
memoria
, de Ana María Matute, escritora catalana que nos dejó
recientemente, hace poco más de un año. A pesar de los premios cosechados
durante toda su vida (su nombre sonó incluso para el Premio Nobel de Literatura
a finales de la década de 1970), hoy siento que es poco leída. Ojalá sirvan
estas líneas también para reivindicar su excepcional labor.

 Matute ganó el Premio Nadal de 1959 con esta novela, y fue
un reconocimiento merecido. Al leer sus páginas conocemos a tres jóvenes,
Matia, Borja y Manuel, que no quieren dejar de ser niños a pesar de que la isla
en la que viven (Mallorca, aunque no se nombra) está comenzando a llenarse de
los ecos no tan lejanos de una guerra que se está librando en el país. Estamos
en el verano de 1936 y la Guerra Civil Española acaba de estallar.

 Sin embargo, y este fue uno de los primeros puntos que
comenté acerca del libro, no es esta una historia sobre la Guerra Civil. Es
cierto que la contienda aparece como telón de fondo, pero nunca como personaje
principal. Nunca determina las acciones de los personajes, aunque a veces supone
la excusa perfecta para que viejas rencillas del pasado cobren de nuevo
importancia y dividan, lenta pero inexorablemente, la isla en dos bandos.

 Otro punto extraordinario de la novela, en mi opinión, son
los personajes: Matia (que narra la historia en primera persona) y Borja, dos
primos que comparten una relación de amor-odio; el joven Manuel, que tiene que
encargarse de su familia; el pobre Lauro, que terminará muriendo en la batalla.
Todos ellos son personajes redondos, con una evolución clara durante toda la
novela, con sus matices, con sus grises. No son maniqueos, no son ni buenos ni
malos; como tampoco nosotros lo somos siempre. Son humanos, no héroes.

 Aparecen también la abuela, doña Práxedes, que representa
la autoridad estricta, y tía Emilia, un personaje que encarna el hastío de una
mujer que espera a que su marido regrese del campo de batalla. Como olvidar a
Es Mariné y sus cigarros de contrabando, o al misterioso Jorge, de Son Major, entre
otros personajes que siguen resonando en nuestra memoria bastante tiempo
después de haber leído la última línea de la historia.

 Es también esta una novela de momentos, como la magnífica
escena que comparten Matia y tía Emilia en la hora de la siesta. Es imposible
no sentir el agobiante calor que supuran esas páginas del libro, y que nos
embriagan completamente.  

 Pero también es una historia realmente triste, con momentos
terribles: aquel perro muerto que envenena un pozo, aquel corte de pelo en mitad
de la plaza sólo para humillar a una mujer que acaba de perder a su marido. Ciertos
momentos de la novela nos golpean duramente por dentro, haciéndonos pensar en
todo lo que sufrió nuestro país hace casi ochenta años.

 Y quizá lo más dramático de toda la novela es el sentir
general de que a estos niños se les ha acabado el tiempo. Su mundo se ha
pinchado, no sólo por la guerra que resuena en las transmisiones de la radio
sino porque comienzan a darse cuenta de la miseria de la gente, de la soledad
que les inunda en ocasiones… Comienzan, poco a poco, a entender la vida, a
comprender que, como Matia reconoce al final, «la Joven Sirena no consiguió un
alma inmortal, porque los hombres y las mujeres no aman, y se quedó con un par
de inútiles piernas, y se convirtió en espuma».

 Terminada mi exposición inicial, se abrió un rico debate
entre los participantes. Las intervenciones fueron riquísimas y muy variadas.
Se hizo hincapié en la atmósfera de la novela: el calor asfixiante del verano,
el polvo de los caminos, cierta niebla que empaña los recuerdos de Matia,
nuestra protagonista y narradora. Se conectó la historia contada en Primera memoria con la propia vida de la
autora: Ana María Matute fue una niña de la guerra y, aunque no podamos decir
que es una novela autobiográfica en sentido estricto, claramente algo hay en
ella de la autora. Desfilaron por la sala los padres y abuelos de algunos de
los asistentes, que contaban cómo siempre había habido cierto recelo para
hablar sobre la Guerra Civil, un episodio de nuestra historia que aún no parece
cerrado.

 Se discutió también la actitud de Matia. Para algunos,
debía haber tomado las riendas de la novela, debía haber sido un personaje
activo; para otros, actuó tan sólo como la sociedad del momento se lo permitía.
Desde luego, es este un personaje extraño: es la única muchacha que aparece en
la historia y su descripción es, a propósito, desdibujada.

 En lo que sí estuvimos todos de acuerdo fue en reconocer la
inmensa calidad literaria de la novela: un vocabulario exquisito, ciertas
descripciones magníficas, un buen quehacer narrativo. Todos supimos que
estábamos ante una gran obra, y nos entristeció ver qué diferencia hay con
algunas de las que se están publicando en este momento. Esto dio lugar a un
interesante debate sobre la industria editorial del momento, que concluimos con
algunas recomendaciones de lectura para estas ya inminentes Navidades.

 Para terminar, recordé que esta novela era la primera parte
de una trilogía, titulada «Los mercaderes», y confío en que los personajes de Primera memoria hayan impactado de tal
manera que se intenten buscar respuestas en las dos novelas restantes (Los soldados lloran de noche y La trampa).

 Quiero cerrar estar líneas reiterando mi más sentido
agradecimiento a la profesora Susana Gil-Albarellos y a la directora de la
biblioteca Reina Sofía, Carmen de Miguel, por haber contado conmigo para esta
maravillosa actividad que es el Club de Lectura «Con mucho gusto».

Claudio Moyano Arellano

Punto de mira. Luis Torrecilla


Jueves 19 de diciembre 2015

El Club
de Lectura “Con mucho gusto”, con sede en la Biblioteca Reina Sofía celebró
ayer una sesión con un nuevo libro para comentar: Punto de mira, de Luis Torrecilla Hernández (Eridé ediciones,
2014).  

Punto de mira  

En esta ocasión, el encuentro de lectores tuvo un formato
distinto, porque no sólo vino el autor de la novela, Luis Torrecilla, sino que
para presentarlo contamos con otro invitado, David Acebes, de manera que
tuvimos el lujo de contar con dos invitados en la sesión.

David Acebes es un joven vallisoletano difícil de presentar
porque es muchas cosas: funcionario de Hacienda, poeta, escritor, humanista… en
definitiva, es una persona inquieta que participa y se implica en numerosas
manifestaciones de la cultura. Él fue el encargado de elegir –y de traer al
autor- la novela que ayer comentamos: Punto
de mira
. Desde sus primeras palabras se hizo evidente su pasión por esta
joya literaria, de la que con maestría y conocimiento desgranó los principales
valores. Su intervención comenzó con la presentación de Luis Torrecilla
Hernández, nacido en el pueblo zamorano de Cañizal pero muy vallisoletano,
pedagogo y docente, y autor de una extensa obra que David dividió en dos
partes: la primera constituida por 9 libros de divulgación histórica y
pedagógica y una segunda más literaria comenzada con el libro que llevó al club
de lectura, Punto de Mira.

David fue desgranado en la presentación esos valores de la
novela a los que antes aludía y por lo cuales se declaraba un auténtico “fan”
de la misma: primero porque es muy castellana, segundo porque es muy lírica, y
en tercero porque es política. No es este el lugar para desvelar las
características de cada uno de estos tres rasgos fundamentales de la novela, que
David describió con deleite y buena literatura, y sí para sintetizar qué es Punto de Mira.

El autor al tomar la palabra agradeció y confirmó lo dicho
por su presentador, y se prestó a aclarar cuantas cuestiones la novela nos
hubieran suscitado. Y es que esta obra es una rara avis en el panorama
de las letras españolas de nuestros días, y se presenta como un ejemplo del
conocimiento histórico y la erudición léxica y formal, además de literaria. En
ella se relata los diversos encuentros, desencuentros, devaneos y problemas con
los que se va topando un agrimensor en su camino y estancia en el pueblo de
Peralta en 1768. Con este breve resumen de su trama, Torrecilla construye todo
un fresco histórico y social de una España rural envilecida y hostigada por múltiples
acosos, tanto políticos como sobre todo religiosos y morales que cercenan la vida
diaria de los hombres y mujeres de entonces. Con este planteamiento, y con la
justificación de su título, alusivo al punto de mira en el que dicha situación
sitúa a todos los habitantes de esa Castilla rural, tuvo lugar un intercambio
enriquecedor de ideas y opiniones.

La mayoría de los allí presentes reconocimos la maestría
literaria de la novela, ya que es asombroso el acopio y buen uso del español
del siglo XVIII, con resabios rurales, que no resulta en sus páginas ni
artificial ni sobrecargado. Además, la obra se puede leer como un fresco
histórico, pues la historia, nuestra historia, está ahí plasmada, tanto en sus
grandes cuestiones, como la construcción del Canal de Castilla, como en su
entorno más íntimo, en el asistir a la cotidianeidad de los vecinos de Peralta,
con sus intrigas y rumores y con un asesinato que proporciona la trama
literaria a todo el conjunto.

Por otro lado, algunos de los intervinientes señalaron la
pobreza moral y sobre todo material que la novela trasluce, y como sucede en
tantas ocasiones, la pusieron en comparación con lo que sucedía no hace tantas
décadas en España. Con ello, quedó demostrado que esta obra tiene muchas capas
de lectura, desde la histórica hasta la de la denuncia al poder religioso de la
época, salpicado en muchos momentos por cuestiones más íntimas de los
principales personajes que tienen que ver con el sexo, o el miedo constante a
estar “en el punto de mira”. Dato curioso es también el final literario de la
obra, en cierto modo abierto para el lector.

A lo largo del comentario de las páginas de Punto de mira pudimos comprobar que ante
su autor estamos ante un erudito de la historia y un apasionado de la
literatura, y por ello, el resultado no ha defraudado, ya que Punto de mira es magnífica en su
contenido y asombrosa en su forma. Conocimos de esta forma una nueva propuesta
literaria  sumamente atractiva, culta,
que exige un lector activo, y que derrocha placer del bueno en cada página.

Mucho más se dijo, pues la obra da para ello, pero quede aquí
la invitación a su lectura. Gracias a David, por presentarnos obra y autor, y
gracias a Luis Torrecilla y su Punto de
mira
, por enseñarnos lo que con el buen uso de la palabra y el conocimiento
histórico ha sido capaz de crear.

Luis Torrecilla, que aprovechó para firmas ejemplares de su obra, junto a David Acebes

Historia de una maestra. Josefina Aldecoa

Miércoles, 21 octubre 2015

Me ha correspondido el
placer de proponer la segunda obra de este club de lectura de la Biblioteca
Reina Sofía, respondiendo a la invitación hecha por su directora, Susana
Gil-Albarellos, y su coordinadora, Carmen de Miguel. Y agradezco la deferencia
de hacerme partícipe de este encuentro para disfrutar de la lectura compartida.

Mi elección ha sido Historia de una maestra, de Josefina
Aldecoa, obra que inaugura la trilogía desarrollada en los años 90 por la autora.
Esta primera novela narra la experiencia vital de una maestra rural con el
telón de fondo de la España de los años 20 y primeros 30 del siglo XX. Y en ese
ambiente va cuajando la vocación de la joven con el sueño de llevar la
educación, renovada, a los lugares más apartados, convencida de la posibilidad
de cambiar las circunstancias adversas que le rodean: ese será el “sueño” que
sirve para articular el discurso de la obra y los acontecimientos.

La autora vuelca en la
obra su propia experiencia personal: ella misma maestra y pedagoga, vinculada a
la ideología de la Institución Libre de Enseñanza –renovador proyecto
pedagógico liberal-, y, por otro lado, hija y nieta de maestras que vivieron en
primera persona la experiencia de la tentativa de cambio educativa en España
desde finales del siglo XIX hasta el estallido de la Guerra Civil, y la
experiencia renovadora de la Ley de Educación de la República. Fue también miembro
activo de la generación intelectual de los 50, cuya vida y obra estuvo
mediatizada por la experiencia de la guerra y la posguerra.

La novela que traigo
aquí supuso el redescubrimiento literario de Josefina Aldecoa, y revela, a mi
modo de ver, lo mejor de su escritura. Una obra costumbrista e intimista que,
con un lenguaje sencillo y directo, una pluma ágil y sin artificios, refleja
magistralmente la cotidianeidad de la vida en los pueblos de la montaña
leonesa, el ambiente de las minas, la peculiaridad del mundo de las colonias
–Guinea-, las limitaciones económicas, sociales y mentales de aquellos mundos
en su propio aislamiento, difícil de superar. Y si la descripción de la
geografía física, social y mental resulta vívida, no lo es menos el marco
político e histórico en cuyo escenario se desgrana y desvanece el sueño de una educación en libertad.

Haciendo uso de la
libertad que se me daba para ello, abrí la sesión explicando las razones de mi
elección y ofreciendo al resto de los participantes mi visión de la obra, una
visión mediatizada por mi propia condición de historiadora y profesora. Aclaré
que mi lectura era en primer término, histórica, y así, mi reflexión se
orientaba a subrayar la combinación del marco institucional y legal de la
educación por un lado, las limitaciones materiales y mentales por otro, y la
experiencia cotidiana y el esfuerzo personal de los responsables de ponerla en
práctica, los maestros. Así, incidí en esa forma en que se narraba la primera
fase de empeño personal, casi individual, de la maestra contra la realidad
dominante y limitadora, las expectativas de la legislación republicana (escuela
mixta, escuela libre, escuela laica, escuela abierta; misiones pedagógica,
clases de adultos, integración…), y su frustración final, por inacción
política, por inercia social, por escrúpulos mentales.

Hecha esta aproximación
personal, se abrió la participación de los asistentes. Hubo en sus
intervenciones mucho de experiencia personal y familiar que llevaba a la
identificación más o menos cercana con aquellas realidades que refleja la
novela. Se habló mucho de esto, dando lugar a una reflexión sobre el sistema
educativo, las leyes de educación, la figura del maestro. Sin abandonar la
referencia a la habilidad retórica de la autora, la plasmación de imágenes
vívidas de aquella sociedad rural y colonial, los prejuicios y su necesaria
superación, las trabas y los miedos al cambio, sustancial a aquellas
sociedades, los esfuerzos heroicos de los maestros por afrontar y superar todas
las limitaciones, las del sistema, las de los prejuicios y costumbres, las de
las mismas estructuras. Y se abordó también el papel de las mujeres, en el
oficio y en los cambios, las elecciones personales, el equilibrio entre la
racionalidad y los sentimientos, la valentía y la propia lucha interior ante la
necesidad de hacerse protagonista de los cambios. Y se habló también del
“optimismo pedagógico”, la confianza en la educación como medio para mejorar
las condiciones sociales y personales, cuestión controvertida que suscitó
debate en torno a sus verdaderas posibilidades.

Desde otro punto de
vista, la profesora Susana Gil-Albarellos, recondujo la reflexión hacia el
terreno literario. Definió la obra como una “novela de aprendizaje” y
“confesión”. Subrayó aquellos elementos que reproducen formas clásicas de
construir las memorias, las historias de vida, apuntando paralelismos con El Lazarillo de Tormes: el interlocutor
al que se dirige el protagonista, responsable mismo de dar a conocer los
hechos, las trayectorias vitales semejantes, en la salida de la miseria, la
búsqueda de aventura y mejora personal, la formación de una familia, una cierta
frustración/fracaso final.

La obra resultó, de
este modo, no solo un medio de disfrute literario, sino también un medio de
reflexión, el acercamiento a un tiempo histórico y sus aspectos educativos, y a
las mismas inquietudes que en nuestro tiempo suscita la realidad que nos es más
inmediata, más próxima.

Y para acabar, una
doble propuesta final: leer las dos restantes novelas que completan la trilogía
(Mujeres de negro y La fuerza del destino); y la lectura de El exilio interior. La vida de María Moliner,
de Inmaculada de La Fuente, sugerida por Carmen de Miguel, que recoge una experiencia
semejante en el tiempo, aquí desde el ensayo biográfico.

Á. SOBALER SECO