Jueves, 9 de mayo de 2013
En la tarde de ayer los integrantes del Club de Lectura “Con mucho gusto”, de la Universidad de Valladolid, nos volvimos a reunir para comentar un nuevo libro, en este caso Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley.
Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo (1818)
La elección y comentario de esta obra estuvo en manos de un nuevo invitado, Manuel Ángel González Delgado, profesor del departamento de Física Aplicada de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la Universidad de Valladolid, quien explicó que eligió Frankenstein por varias razones, entre las que destacó que, puesto que él es físico, intentó buscar un texto que uniera literatura y ciencia (afición y profesión), y pocos mejor que el temprano Frankenstein, temprano por su fecha de composición, 1818, y la buena elección porque como Manuel Ángel nos explicó, presenta la imagen del científico loco y obsesivo, que todavía en ocasiones puede observarse en la actualidad. La experimentación científica, el trabajo en el laboratorio cuando se vuelve casi demencia y la tentación de creerse un dios creando un ser humano, fueron algunos de los puntos fundamentales del texto sobre los que versaron las intervenciones de la tarde.
Como pasa en muchas ocasiones, el cine nos ha dado a conocer la figura de Frankenstein de manera tan equivocada y distorsionada con respecto a su original literario, que la lectura de la novela salva con creces las deficiencias fílmicas. Veamos: Frankenstein o el moderno Prometeo es una novela de la escritora inglesa Mary Shelley publicada en 1818; insiste la crítica en señalar que con ella se abre paso la literatura gótica, se consolida la novela fantástica y, finalmente, se apuntala la ciencia-ficción en literatura. Todo ello es cierto, pero esta novela posee otros elementos no menos importantes (aquéllos que el cine generalmente ha obviado) que sorprenden a lo largo de su lectura y que en nuestra opinión, son los que le otorgan inmortalidad. Nos referimos a temas que aparecen en la novela como el difícil asunto de los límites de la ciencia, o la necesidad del ser humano de compañía (de hecho, la soledad que acompaña al protagonista Víctor Frankenstein en su peripecia resulta agónica), hasta el punto de que esa necesidad de relacionarse con “el otro” y su negación por parte de los demás es el impulso que mueve al monstruo creado por Frankenstein (que carece de nombre, Frankenstein es su creador) a la maldad sin límites. Junto a estos motivos argumentales aparece la descripción de la naturaleza, muchas veces de carácter exaltado y romántico, así como la idea de contraste entre las clases sociales, rasgo decimonónico, ya que todos los protagonistas pertenecen a una clase media acomodada y les adornan virtudes físicas y morales mientras que los pocos que pertenecen a la clase humilde presentan algún tipo de “tara”, en forma física o de vicio.
Junto a estos, el texto presenta otros elementos de carácter estructural muy interesantes, como el hecho de que al comienzo la novela parezca una novela sentimental y sin embargo, poco a poco va cambiando el tono hasta convertirse en una obra que es tanto de terror o fantástica como profundamente reflexiva. La creación del monstruo a partir de la manipulación de cadáveres en el laboratorio y el uso de la electricidad (todo ello sin detalle en la novela), así como la falta de ética por parte de Víctor Frankenstein provoca una profunda reflexión en el lector, reflexión que tiene que ver en última instancia con dos cuestiones fundamentales que son planteadas magníficamente en esta obra: por un lado, el protagonista no se arrepiente de haber creado a un ser a partir de la experimentación científica atentando contra la divinidad, sino que lo rechaza porque su experimento ha salido “mal” y es monstruoso; en segundo lugar, el hecho mismo de ser un monstruo, es decir, físicamente abominable, es lo que provoca el rechazo hacia el ser creado, que al principio se muestra con cualidades positivas.
Desde el punto de vista formal hay que señalar el uso del recurso narrativo de presentar el relato principal de los hechos en segunda instancia o nivel -aquí son cartas-, para salvar la narración de Víctor Frankenstein de los excesos de la fantasía y dotar en la medida de lo posible de verosimilitud al texto; también señalar que si bien como decíamos al principio, Frankenstein es un personaje universalmente conocido por el cine, la novela revela una imagen radicalmente distinta a la presentada en el medio fílmico, ya que Víctor Frankenstein es el verdadero protagonista sobre el que se cierne toda la reflexión que la lectura de la obra provoca, enriqueciendo el mito y elevando el texto a la categoría de inmortal.
Y para concluir, agradecer a Manuel Ángel la elección de esta novela, porque con su presentación no sólo vimos al físico, sino a un gran lector que nos abrió las puertas a la revisión de los grandes mitos de la literatura universal.
Fuentes de las imágenes:
http://cuartoblg.blogspot.com.es/2010/04/frankenstein-una-novela-de-mary-shelley.html