Jueves 12 de diciembre de 2019
En la tarde de ayer nos
reunimos los participantes del Club de Lectura “Con mucho gusto” de la Biblioteca
Reina Sofía para comentar El vino de la
soledad (1935- Ediciones Salamandra, 2011), de Irène Némirovsky.
El vino de la soledad
Francisca
María Ayllón García, Paqui Ayllón, fue nuestra invitada de ayer, en este caso invitada
especial por varias razones. Paqui es ciega desde hace años debido a una
enfermedad rara y degenerativa, la retinosis pigmentaria, que paulatinamente le
fue sumiendo en la oscuridad; sin embargo, la ceguera no ha sido impedimento
para desarrollar una intensa actividad como lectora voluntaria y su experiencia
vital, reflejada en su libro La lectora
ciega (La esfera de los libros, 2018), es ejemplo de vida, de luz y de
entusiasmo. A nuestra llamada acudió sin dudarlo, a pesar de su desplazamiento
desde Andalucía, y acompañada por Meadow, su perra guía, nos orientó por la lectura de El vino de la soledad, novela de
otra mujer singular, Irène
Némirovsky (1903-1942).
De
Irène Némirovsky queda mucho por descubrir para el público español dado que
solo a partir de 2010 ha sido difundida su literatura en nuestro país. De
origen ucraniano e hija de judío, vivió la mayor parte de su vida en Francia
donde desarrolló una fructífera carrera literaria hasta que en 1942 fue
deportada al campo de concentración de Auschwitz, donde murió de tifus ese mismo año. La mayor parte de su obra tiene
fuertes reminiscencias autobiográficas hasta el punto de poder afirmar que vida
y obra constituyen una unidad difícilmente separable. Conocida principalmente
por dos de sus obras, Suite francesa (2004,
obra póstuma) y la muy lograda El baile
(1930), hay en su narrativa una constante evocación de su propia vida a través
de historias que tienen que ver con la soledad y el desarraigo. Y es que
Némirovsky huyó con su familia de la revolución rusa, primero a Finlandia y
posteriormente a Francia, donde consiguió licenciarse en la Sorbona y fundar
una familia. Todo este trasunto biográfico, el exilio y sobre todo la relación
familiar, con el desamparo y desapego por parte de su madre, quien nunca mostró
afecto maternal, marcan su literatura.
En
El vino de la soledad el lector
experimenta esa sensación de abandono y soledad de la mano de su protagonista,
Elena Karol, una niña de ocho años que, en su proceso de maduración, sufre la
dureza del tiempo que le toca vivir y el alejamiento maternal. Tras el
estallido de la revolución rusa, Elena recorre junto a su familia un viaje que
le lleva desde Ucrania hasta San Petersburgo, pasando por Finlandia para
asentarse finalmente en París, en claro paralelismo con la vida de la autora.
Al cuidado de una gobernanta francesa, Elena acusa el desprecio de su madre, de
origen noble en brazos de su amante, al tiempo que va madurando hasta
convertirse en una persona adulta.
Paqui
Ayllón señaló en su intervención que, aun no siendo la mejor obra de Némirovski
-entre las que sí destacó las arriba apuntadas Suite francesa y El baile–, es destacable el uso preciso del
lenguaje en la construcción de magníficas descripciones en las que prima lo
sensorial, ejemplificado en párrafos como el que leyó:
Mademoiselle Rose era fina
y delgada, con un rostro suave de facciones delicadas que en su juventud habría
gozado de cierta belleza provista de gracia y alegría, pero que ahora se veía
marchito, ajado, enjuto. La boca, pequeña, tenía el pliegue de amargura y dolor
propio de los labios femeninos pasada la treintena. Tenía unos hermosos ojos
negros, vivaces, de mujer meridional, un pelo castaño, crespo y fino como humo,
peinado, según la moda de la época, en una aureola alrededor de una frente
lisa, y una suave piel que olía a jabón bueno y perfume de violetas. Llevaba
una estrecha cinta de terciopelo negro alrededor del cuello, blusas de linón
blanco o lana negra, faldas lisas y botines estrechos y puntiagudos. Estaba
bastante orgullosa de sus pies pequeños y su talle estrecho, que ceñía con un
cinturón de ante adornado con una hebilla de plata vieja. Era tranquila y
sensata, muy comedida y con un gran sentido común (cap. 3).
Los
participantes mostraron cierta incertidumbre ante las páginas de la novela,
principalmente por el sentimiento de desasosiego que la historia relatada provoca. La vida de Elena,
rechazada por su madre y obligada a vivir en soledad, sobre todo una vez que
Mademoiselle Rose desaparece, se antoja a los lectores como una historia
tremendamente triste con una protagonista absoluta, la soledad. Y aun con todo,
El vino de la soledad se presenta
como una lectura sumamente atrayente que puede ser leída como una historia de
aprendizaje desde la infancia hasta la formación de la persona, en un contexto
histórico y social alejado y distante de nuestro presente. De esta forma, el
título y contenido de la novela se condensan en las líneas finales, que también
se leyeron ayer, que resumen de forma magnífica la dura trayectoria vital que
es el madurar:
No temo a la vida —pensó—. No son más que años de aprendizaje. Han sido
extraordinariamente duros, pero han templado mi valor y mi orgullo. Eso me
pertenece, es mi inalienable riqueza. Estoy sola, pero mi soledad es ávida y
embriagadora (cap. 11).
En cualquier caso, por encima
de debates argumentales, hubo un reconocimiento generalizado por la calidad de
la prosa de Némirovsky y por el placer de descubrir una voz literaria muy
potente en las letras del siglo XX, desconocida por muchos de los participantes.
Tarde fría en lo meteorológico
pero cálida por la presencia de Paqui, ávida lectora y ejemplo de vida. El club
de lectura “Con mucho gusto” se siente orgulloso y agradecido por la
lección recibida. Muchas gracias y dadas las fechas, Feliz Navidad.
Rego, Paco: La lectora ciega. 23 de diciembre de 2018. Crónica de El Mundo sobre la presentación de La lectora ciega en la Fundación Rafael Alberti de El Puerto de Santa María
Vídeo de El Mundo: Paqui Ayllón, la lectora ciega. 4:43 minutos.