Historia de una maestra. Josefina Aldecoa

Miércoles, 21 octubre 2015

Me ha correspondido el
placer de proponer la segunda obra de este club de lectura de la Biblioteca
Reina Sofía, respondiendo a la invitación hecha por su directora, Susana
Gil-Albarellos, y su coordinadora, Carmen de Miguel. Y agradezco la deferencia
de hacerme partícipe de este encuentro para disfrutar de la lectura compartida.

Mi elección ha sido Historia de una maestra, de Josefina
Aldecoa, obra que inaugura la trilogía desarrollada en los años 90 por la autora.
Esta primera novela narra la experiencia vital de una maestra rural con el
telón de fondo de la España de los años 20 y primeros 30 del siglo XX. Y en ese
ambiente va cuajando la vocación de la joven con el sueño de llevar la
educación, renovada, a los lugares más apartados, convencida de la posibilidad
de cambiar las circunstancias adversas que le rodean: ese será el “sueño” que
sirve para articular el discurso de la obra y los acontecimientos.

La autora vuelca en la
obra su propia experiencia personal: ella misma maestra y pedagoga, vinculada a
la ideología de la Institución Libre de Enseñanza –renovador proyecto
pedagógico liberal-, y, por otro lado, hija y nieta de maestras que vivieron en
primera persona la experiencia de la tentativa de cambio educativa en España
desde finales del siglo XIX hasta el estallido de la Guerra Civil, y la
experiencia renovadora de la Ley de Educación de la República. Fue también miembro
activo de la generación intelectual de los 50, cuya vida y obra estuvo
mediatizada por la experiencia de la guerra y la posguerra.

La novela que traigo
aquí supuso el redescubrimiento literario de Josefina Aldecoa, y revela, a mi
modo de ver, lo mejor de su escritura. Una obra costumbrista e intimista que,
con un lenguaje sencillo y directo, una pluma ágil y sin artificios, refleja
magistralmente la cotidianeidad de la vida en los pueblos de la montaña
leonesa, el ambiente de las minas, la peculiaridad del mundo de las colonias
–Guinea-, las limitaciones económicas, sociales y mentales de aquellos mundos
en su propio aislamiento, difícil de superar. Y si la descripción de la
geografía física, social y mental resulta vívida, no lo es menos el marco
político e histórico en cuyo escenario se desgrana y desvanece el sueño de una educación en libertad.

Haciendo uso de la
libertad que se me daba para ello, abrí la sesión explicando las razones de mi
elección y ofreciendo al resto de los participantes mi visión de la obra, una
visión mediatizada por mi propia condición de historiadora y profesora. Aclaré
que mi lectura era en primer término, histórica, y así, mi reflexión se
orientaba a subrayar la combinación del marco institucional y legal de la
educación por un lado, las limitaciones materiales y mentales por otro, y la
experiencia cotidiana y el esfuerzo personal de los responsables de ponerla en
práctica, los maestros. Así, incidí en esa forma en que se narraba la primera
fase de empeño personal, casi individual, de la maestra contra la realidad
dominante y limitadora, las expectativas de la legislación republicana (escuela
mixta, escuela libre, escuela laica, escuela abierta; misiones pedagógica,
clases de adultos, integración…), y su frustración final, por inacción
política, por inercia social, por escrúpulos mentales.

Hecha esta aproximación
personal, se abrió la participación de los asistentes. Hubo en sus
intervenciones mucho de experiencia personal y familiar que llevaba a la
identificación más o menos cercana con aquellas realidades que refleja la
novela. Se habló mucho de esto, dando lugar a una reflexión sobre el sistema
educativo, las leyes de educación, la figura del maestro. Sin abandonar la
referencia a la habilidad retórica de la autora, la plasmación de imágenes
vívidas de aquella sociedad rural y colonial, los prejuicios y su necesaria
superación, las trabas y los miedos al cambio, sustancial a aquellas
sociedades, los esfuerzos heroicos de los maestros por afrontar y superar todas
las limitaciones, las del sistema, las de los prejuicios y costumbres, las de
las mismas estructuras. Y se abordó también el papel de las mujeres, en el
oficio y en los cambios, las elecciones personales, el equilibrio entre la
racionalidad y los sentimientos, la valentía y la propia lucha interior ante la
necesidad de hacerse protagonista de los cambios. Y se habló también del
“optimismo pedagógico”, la confianza en la educación como medio para mejorar
las condiciones sociales y personales, cuestión controvertida que suscitó
debate en torno a sus verdaderas posibilidades.

Desde otro punto de
vista, la profesora Susana Gil-Albarellos, recondujo la reflexión hacia el
terreno literario. Definió la obra como una “novela de aprendizaje” y
“confesión”. Subrayó aquellos elementos que reproducen formas clásicas de
construir las memorias, las historias de vida, apuntando paralelismos con El Lazarillo de Tormes: el interlocutor
al que se dirige el protagonista, responsable mismo de dar a conocer los
hechos, las trayectorias vitales semejantes, en la salida de la miseria, la
búsqueda de aventura y mejora personal, la formación de una familia, una cierta
frustración/fracaso final.

La obra resultó, de
este modo, no solo un medio de disfrute literario, sino también un medio de
reflexión, el acercamiento a un tiempo histórico y sus aspectos educativos, y a
las mismas inquietudes que en nuestro tiempo suscita la realidad que nos es más
inmediata, más próxima.

Y para acabar, una
doble propuesta final: leer las dos restantes novelas que completan la trilogía
(Mujeres de negro y La fuerza del destino); y la lectura de El exilio interior. La vida de María Moliner,
de Inmaculada de La Fuente, sugerida por Carmen de Miguel, que recoge una experiencia
semejante en el tiempo, aquí desde el ensayo biográfico.

Á. SOBALER SECO

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