El Arte de la Resurrección. Hernán Rivera Letelier

El Arte de la Resurrección




Miércoles 14 de noviembre de  2012

 En la tarde de ayer nos volvimos a reunir los participantes del Club de Lectura “Con mucho gusto”, de la Universidad de Valladolid, en este caso para comentar un nuevo libro, novela también, que no sé si para todos pero sí para muchos de nosotros ha supuesto un verdadero descubrimiento. Se trata de El arte de la resurrección, de Hernán Rivera Letelier.

El arte de la Resurrección

 Hernán Rivera Letelier es un escritor chileno (Talca) nacido en 1950, cuya biografía no desmerece en absoluto a la vivida por cualquiera de los personajes que pueblan las mejores páginas de la narrativa latinoamericana en su versión más fantástica dentro de un realismo demoledor. Su nacimiento en una salitrera, los movimientos de la familia por el Norte de Chile y la temprana muerte de la madre hacen de Rivera Letelier un superviviente que trabaja de repartidor de diarios, que posteriormente sin todavía 20 años le hace viajar por diversos países del continente americano para después acabar trabajando en un mina. De clara vocación literaria, en 1988 publica Poemas y pomadas, y en 1990 Cuentos breves y cuescos de brevas, pero será su primera novela, La Reina Isabel cantaba rancheras (1994) la obra que le catapultó a la fama. Tras sucesivos éxitos literarios que le han otorgado otros tantos premios, publica en 2010 la novela que ayer nos reunió, El arte de la resurrección, premiado con el Anagrama de novela en su edición de 2010.

Para su exposición contamos con José Luis Alcalde, profesor de inglés en el IES Delicias de Valladolid, gran lector y por motivos biográficos, como él mismo relató, interesado por Chile, por sus gentes, su geografía y su cultura. Una vez hechas las presentaciones, nuestro invitado comenzó leyendo algunos párrafos de la novela, porque su lenguaje, con un léxico muy rico, como señalaron varias personas, merecía una lectura en voz alta, actividad que le agradecimos especialmente porque se ha ido perdiendo progresivamente. De estas primeras líneas de la novela ya se destacan tres elementos fundamentales de la misma: la vida del Cristo de Elqui, las creencias populares y milagreras y una geografía dura de salitreras y desierto.

La novela recrea una parte del vagabundear por las minas del desierto de Atacama en Chile de Domingo Zárate Vega, conocido como el Cristo de Elqui, personaje que realmente existió en aquel país, una especie de santón milagrero que recorrió esas zonas en los años 30 y 40 de la pasada centuria y que posteriormente se convirtió en leyenda y fuente de inspiración literaria. Hernán Rivera recrea con humor y sin concesiones gratuitas el paso de este personaje por las salitreras en busca de una mujer que sea capaz de seguirle en su misión espiritual al tiempo que le alivie sus necesidades más corpóreas. Y la encuentra en el personaje de Magalena Mercado, prostituta devotísima que serena los instintos carnales de los mineros que allí trabajan. Junto a esta pareja, Don Anónimo, el personaje más amable y que provoca la sonrisa y compasión del lector. 

Sin embargo, bajo este hilo narrativo que presenta El arte de la resurrección la reunión de ayer en torno a esta novela dio para diferentes interrogantes y posturas. Primero porque la presentación de los personajes son auténticos frescos por su riqueza de matices, y en concreto, la figura del protagonista nos hizo cuestionarnos qué tipo de hombre es, un caradura, un hombre auténtico, se señaló incluso su simetría con la vida de Cristo o de don Quijote…, al igual que Magalena representa a una mujer cuya integridad moral –a pesar de su profesión- nos quedó a todos fuera de duda. Por otro lado, la obra plantea, como se señaló, cuestiones de más hondo calado, como la crítica religiosa, sin matices en este caso, o las creencias en este tipo de santones cuyos milagros de resucitación (Lázaro al comienzo, una gallina, al final) son creídos por algunos, o el uso de hierbas…, y todos estos ingredientes junto a un ataque de orden laboral y social encarnado en los patrones de los mineros. Además, enmarcado el conjunto en una geografía muy concreta, el desierto del norte de Chile, caracterizada por su extrema dureza.

Con todo, la estructura de la novela es evidente, como advirtió José Luis Alcalde, porque se sustenta en un conjunto bien ensamblado de dualidades: seriedad/humor, acción/estatismo, religión/ creencias populares, curas/prostitutas, patronos/mineros…. Además, el autor emplea un lenguaje asombroso por su riqueza léxica y sus diversos recursos gramaticales a favor de un humor inteligente. En este punto se señalaron algunas semejanzas con autores latinoamericanos como García Márquez o Vargas Llosa, advirtiendo acertadamente algún participante que no es realismo mágico, es la realidad lo que leemos, y no en vano es un texto profundamente sensorial, que atiende a los cinco sentidos que son aludidos constantemente. Así pues, literatura, y de la buena,  especialmente valorada por desconocida hasta ahora, al menos para quien escribe estas líneas.

 Hernán Rivera Letelier

Fuente de la imagen: El Faro

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